Nacido en Leningrado en 1947, Igor Vasilyevich Ivanov creció en un entorno marcado por la disciplina soviética y la reconstrucción de posguerra. Su madre le enseñó a jugar ajedrez a los cinco años, y a los ocho ya entrenaba formalmente en una escuela especializada. Paralelamente, estudiaba piano con talento prometedor. Sin embargo, la muerte de su madre cuando tenía 14 años lo dejó huérfano, y terminó sus estudios en un internado. Ingresó a la facultad de matemáticas de la Universidad Estatal de Leningrado, pero abandonó la carrera para dedicarse por completo al ajedrez, desarrollando una personalidad crítica frente al régimen.
Durante los años 70, Ivanov se consolidó como uno de los talentos más brillantes del ajedrez soviético. Se trasladó a Asia Central, donde acumuló victorias en torneos nacionales, y en 1979 protagonizó una de sus mayores hazañas: derrotar al campeón mundial Anatoly Karpov en la Spartakiada, un evento interno de gran prestigio. Aunque su victoria fue resonante, no recibió el reconocimiento oficial esperado. En 1980 fue seleccionado para representar a la URSS en el Torneo Memorial Capablanca en Cuba, una oportunidad que marcaría un punto de inflexión en su vida.
Durante el vuelo de regreso desde La Habana hacia Moscú, el avión soviético en el que viajaba hizo una escala técnica para repostar en el aeropuerto de Gander, en Terranova, Canadá. Fue allí donde Ivanov ejecutó su plan: descendió del avión con un ajedrez de bolsillo bajo el brazo y se dirigió directamente a la policía canadiense para solicitar asilo político. Había compartido sus intenciones con colegas como Yuri Razuvaev, aunque pocos lo tomaron en serio. La embajada soviética en Cuba fue alertada, pero no logró intervenir a tiempo. Ivanov se convirtió así en uno de los pocos ajedrecistas en desertar durante una escala aérea, en un episodio que aún hoy parece sacado de una película.
Su decisión no fue impulsiva. En la URSS, el ajedrez estaba profundamente controlado por el Estado, y los viajes internacionales eran privilegios vigilados. Ivanov, con su carácter independiente y su rechazo al conformismo ideológico, había acumulado tensiones con las autoridades. Su fuga representó no solo una ruptura personal, sino también un gesto simbólico de libertad intelectual. Fue recibido en Canadá, donde se estableció y comenzó a competir bajo su nueva bandera, y poco después se trasladó a Estados Unidos, donde continuó su carrera.
Ya en Occidente, Ivanov ganó múltiples torneos y se convirtió en un referente del circuito norteamericano. Fue campeón de Canadá en cuatro ocasiones y nueve veces ganador del Grand Prix de EE. UU., una serie de torneos puntuables a lo largo del país. Alcanzó su pico de rating en 1984 (2550) y recibió el título de Gran Maestro en 2005, poco antes de fallecer. Sin embargo, su vida personal estuvo marcada por el alcoholismo, una lucha que había comenzado en la URSS. En los años 90 se mudó a Utah con su esposa Elizabeth y se dedicó a entrenar. En 2005 fue diagnosticado con cáncer y murió seis meses después, a los 58 años.
Aunque el caso de Igor Ivanov es singular por su dramatismo —descendiendo de un avión soviético durante una escala técnica en Gander, Canadá, en 1980, con un ajedrez de bolsillo bajo el brazo para solicitar asilo político— lo que realmente lo distingue es la audacia de su gesto, la claridad de su decisión y el simbolismo que encierra: un salto literal hacia la libertad en medio de un sistema que controlaba el talento como propiedad estatal. Su historia permanece como una de las más simbólicas y cinematográficas del ajedrez moderno.
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