El gobierno talibán en Afganistán ha decidido prohibir el ajedrez, justificando la medida bajo argumentos religiosos y sociales. Según informes de medios internacionales, la razón principal de la prohibición radica en la asociación del juego con las apuestas, actividad que está vetada por la ley islámica. Además, el ajedrez es visto como una distracción que aleja a la población de sus obligaciones religiosas, un enfoque que ha caracterizado la política del régimen desde su regreso al poder en 2021.
La decisión ha generado una ola de cierres de clubes y suspensión de competiciones, afectando gravemente a jugadores y aficionados. En las principales ciudades del país, espacios como cafés y centros culturales que solían albergar partidas informales han dejado de operar, reduciendo los puntos de encuentro social. El ajedrez no solo representa un entretenimiento, sino que también ha sido considerado una herramienta de desarrollo intelectual y educativo, especialmente entre los jóvenes.
Históricamente, el ajedrez ha sido visto como un símbolo de estrategia y pensamiento crítico, cualidades apreciadas en muchas culturas. En Afganistán, el juego ha sido practicado por generaciones, y su prohibición marca un cambio significativo en la forma en que el gobierno regula las actividades recreativas. Expertos en educación han expresado su preocupación por la eliminación de una actividad que fomenta habilidades cognitivas clave.
Esta prohibición no es un caso aislado, sino parte de una serie de restricciones impuestas por los talibanes sobre diversas formas de entretenimiento y deporte. En 2024, también prohibieron las artes marciales mixtas, argumentando que promovían la violencia. Además, otras disciplinas han sido reguladas estrictamente, en un intento de alinear las prácticas culturales con la interpretación conservadora de la ley islámica.
Diversas organizaciones han condenado la medida, afirmando que limita las libertades individuales y el desarrollo intelectual de la población. Académicos y expertos en derechos humanos han señalado que la eliminación del ajedrez podría tener consecuencias en la educación, ya que el juego fomenta habilidades esenciales como la lógica y la toma de decisiones. Las restricciones sobre la cultura y el entretenimiento han sido una constante en los regímenes más estrictos a lo largo de la historia.
Dentro del país, la reacción ha sido mixta. Mientras algunos sectores apoyan la medida bajo argumentos religiosos, otros han manifestado su rechazo, destacando que el ajedrez es una tradición que trasciende su posible asociación con el juego de azar. Aficionados locales han expresado su descontento en redes sociales y en conversaciones con periodistas, resaltando la importancia del ajedrez como parte de la identidad cultural de Afganistán.
A pesar de la prohibición, algunos analistas creen que la sociedad afgana encontrará formas de seguir practicando el juego. En el pasado, actividades censuradas han logrado sobrevivir en espacios privados o en comunidades que resisten las restricciones impuestas. Es posible que grupos de jugadores continúen reuniéndose en casas y otros lugares de manera discreta para mantener viva la práctica del ajedrez.
Organizaciones internacionales vinculadas al ajedrez podrían intervenir para tratar de negociar la revocación de la medida. En años recientes, federaciones deportivas han logrado acuerdos en otros países donde ciertos deportes han sido prohibidos por razones políticas o religiosas. No se descarta que iniciativas diplomáticas sean impulsadas con el objetivo de reinstaurar el ajedrez en Afganistán.
El futuro del ajedrez en Afganistán dependerá de diversos factores, incluyendo la presión de la comunidad internacional y la respuesta de la sociedad afgana. Si bien la prohibición ha sido impuesta de manera categórica, existe la posibilidad de que se revisen algunas excepciones en el futuro. La historia ha demostrado que cuando una actividad tiene un impacto significativo en la sociedad, las restricciones pueden modificarse con el tiempo.